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Construyendo un castillo

Construyendo un castillo Augusto era maestro en un colegio situado muy cerca del puerto de San Antonio, en la Isla del Amor, más conocida como Ibiza. Siempre había sentido desde pequeñito la necesidad de poner su grano de arena en la sociedad, por eso eligió la educación. Estudió duro durante los años universitarios, y aún mas duramente en sus años como opositor. Finalmente el Gobierno de las Islas Baleares le concedió la plaza y lo dejó todo por hacer realidad su sueño, enseñar.

Ibiza suponia el comienzo de una vida nueva, la primera piedra en la casa de su vida. Poco a poco iban quedando atrás las tardes de lágrimas semitransparentes, el echar de menos a una madre inigualable, el respirar los acidos campos de Valencia, su tierra natal. Al tiempo llego Vicente a su vida, se enamoro y sintio la necesidad de compartir. Augusto era feliz por los cuatro costados porque veia que su vida iba teniendo sentido, que la agonia del silencio y el estudio, del esfuerzo y el trabajo iban dando sus frutos. Tras tres años de relacion, ya habiendo llegado a los treinta años, Vicente y Augusto decidieron comprar un piso y culminar asi la profusion merecida de sus sentimientos. Y lo hicieron

La continua lucha entre el crepusculo y el alba hizo que la rueda del tiempo pasara rapidamente. Vicente poco a poco iba desprendiendose de Augusto; se habia quedado sin trabajo y salia casi cinco dias por semana. Los ahorros de Vicente pasaron de chorros a escupitajos y su salud mermaba comulgando con el ansia de su cuenta corriente. Augusto notaba la palidez de su amor, la espectral semblanza de su rostro y la vertiginosa perdida de peso. Le aterraba pensar que Vicente estuviera metido en un oscuro asunto de drogas, y que no hubiera pedido ayuda. Sintió de repente como aquel castillo que habia construido ladrillo a ladrillo se iba desmenuzando desde las almenas hasta los patios interiores. Tres meses de incertidumbre.

Tras pasar casi ocho dias fuera de casa Vicente regreso una tarde al apartamento donde la pareja convivia. Su aspecto era terrorifico y en su mano derecha portaba un sobre blanco apenas sostenido por unos huesudos y temblorosos dedos. En el interior del sobre Augusto descubrio que Vicente tenia que ingresar en un hospital, ya que el VIH le habia ido consumiendo durante los ultimos siete años. Las uñas de los pies se habian deformado y los dientes estaban huecos y ennegrecidos. Su fragilidad se presentó en la habitacion de la mano de su yo mas sincero, y le confesó todos los años de sexo rapido y facil, de no tomar precauciones, de convertirse en feligrés del frenesi.

Vicente murio hace ahora tres años y Augusto aun no ha podido recuperarse del todo. Las pruebas del sida dieron negativo por suerte pero cuando muere el amor siempre muere una parte muy importante del corazon. He tenido la suerte de conocer a este Augusto y ponerle este sobrenombre para poder contar su historia, otra historia perdida mas. Gracias a personas que se cruzan en la vida, como Augusto, puedo ratificar mi creencia en el amor con el corazon y sobre todo con la cabeza. Quizás esta historia contada en forma de cuento pone los pelos de punta, pero su version real es capaz de partir el corazon mas gelido que pueda existir.

A Augusto porque no me he olvidado de ti
A Vicente, estes donde estes y seas quien hayas sido

4 comentarios

Zapp -

Victor, al igual que en el teatro el final siempre tiene que ser abierto a interpretaciones y reflexiones. Somos nosotros los que construimos nuestra propia moraleja en la vida

Zapp -

Lexa es que no es para menos, lo triste es que historias como esta son rutinarias todos los dias

Victor Flyte -

Gracias por traernos hoy esta historia. Pero, fíjate, creo que la historia de Vicente y Augusto estaría incompleta si los que la hemos leído, no nos convencemo de que, a pesar de los pesares, el amor existe y es capaz de perdonar, de no juzgar, de salir adelante.

Lexa -

Bufff, me he quedado un poco impresionado....